sábado, 19 de abril de 2014

La banca nunca pierde: todas las crisis bancarias se resuelven con dinero público desde el siglo XVIII

El análisis de las crisis bancarias desde 1792 arroja una conclusión: todas las crisis bancarias se resuelven con un aumento de la deuda pública y un rescate de las entidades privadas. En el caso actual de España, la deuda cerrará este año en el 100% del PIB. El patrón desde el siglo XVIII es el mismo: la banca nunca pierde.

La pregunta actual de por qué se ha rescatado antes a los bancos que a las personas lleva sobre la mesa desde 1792. En esa fecha se produjo la primera crisis bancaria moderna y, sobre todo, el primer patrón de cómo se han solucionado desde entonces: a lo largo de tres siglos, el dinero público siempre ha acudido al rescate de los problemas privados de los bancos.

The Economist –una revista que lleva desde 1843 cubriendo esas crisis—describe las inversiones bancarias como apuestas que no se pueden perder y resume así el patrón de rescate público que se ha establecido tras tres siglos de catástrofes financieras: “Se busca un culpable. Se vilifica una parte del sistema financiero: un tipo de banco nuevo o de producto nuevo al que se atribuye toda la caída. Se prohíbe o se regula hasta su inoperancia. A cambio, otras partes del sistema financiero reciben más apoyo y fondos públicos”. Tras cada uno de esos ciclos, la deuda pública se dispara.

España parece estar calcando ese patrón de nuevo a día de hoy tras encontrar un culpable al que se atribuye prácticamente toda la culpa (las cajas de ahorro), tras aprobar una regulación que “las prohíbe o las regula hasta la inoperancia” y después de que “otras partes del sistema financiero” (los grandes bancos del país, BBVA y Caixabank o Banco Sabadell) hayan recibido más apoyo y fondos públicos en forma de Esquemas de Protección de Activos para que se queden con los fondos tóxicos y terminen convertirse en entidades todavía más grandes.Tras ese ciclo, la deuda pública en España está a punto de rozar el 100% del PIB. España está, pues, siguiendo un esquema centenario: apagar con dinero público los incendios privados, tal y como lleva sucediendo tres siglos.

Esa fecha supone el nacimiento de la banca moderna cuando Alexander Hamilton, entonces Secretario del Tesoro de EE.UU. creó el Banco de Estados Unidos (BUS). La entidad colocó 10 millones de dólares de acciones en el mercado en menos de una hora y comenzó a prestar fondos con ese capital de partida. Pero en sus dos primeros meses de vida, la entidad concedió créditos por valor de 2.700 millones de dólares, un volumen tan grande que pronto empezó a quedarse sin liquidez.


Los rumores de sus problemas bastaron para desplomar sus acciones y hacer que algunos especuladores se vieran atrapados desatando un pánico bancario entre muchos ahorradores. La retirada de fondos masiva forzó al gobierno a emitir deuda pública para comprar acciones del banco y levantar su precio. El rescate a costa de deuda salvó a ahorradores pero también a especuladores que detectaron el patrón que definiría el futuro: los episodios de gran crisis bancaria se saldaban con el apoyo y el dinero del Estado.


España fue epicentro de la primera crisis del siglo XIX. La pérdida de sus colonias dio lugar a la emisión de bonos por parte de países de nuevo cuño en los mercados como Colombia, Perú, Chile, México o Guatemala que entre 1822 y 1825 colocaron en el mercado 21 millones de libras (unos 2.015 millones de euros actuales). La mayoría de los acuerdos se cerraba con información poco fiable, en ocasiones difundida por periodistas pagados para ello. Hasta tal punto subió la fiebre que se llegaron a vender en el mercado “Poyais”, bonos de un país inexistente.

Los inversores no investigaron si México y Colombia tenían un sistema de impuestos preparado para pagar los intereses que sus bonos prometían. Igualmente asumían que la enemistad entre Madrid y Londres lanzaría a Inglaterra al rescate financiero de esos países si entraban en apuros, aunque sólo fuera por dañar al imperio enemigo. Pero no fue así.


Cuando las apuestas se vinieron abajo, un 10% de los bancos que habían hecho esas apuestas en Inglaterra y Gales quebraron. En lugar de exigir a los inversores que conozcan o estudien en qué activos apuestan su dinero, el banco central británico puso de nuevo fondos públicos para el rescate y solucionó el problema igual que lo hace España hoy: creando “megabancos” a través de procesos de fusiones y concentraciones. Entre ellos nació el Royal Bank of Scotland, tan grande que desde 2009 todavía es la mayor quiebra europea. En el Reino Unido, hoy cuatro bancos acumulan el 75% de los depósitos del país. España ha apostado tras la crisis financiera por un modelo similar al británico con cuatro grandes bancos demasiado grandes para quebrar.

Si en el siglo XX se vivió la burbuja de la nueva tecnología, la de las punto.com, en el siglo XIX esa burbuja fue la del ferrocarril. Las valoraciones de algunas compañías ferroviarias tocaron el disparate. Sus ganancias no justificaban el precio de sus acciones pero los bancos siguieron invirtiendo en ellas sabiendo que recibirían crédito de bancos centrales como el Banco de Inglaterra. Pero cuando explotó la burbuja comenzaron a caer algunos de los grandes inversores, entre ellos bancos americanos o británicos como el Western Bank of Scotland que convirtieron el miedo en pánico global. El año se cerró con 135 quiebras bancarias y 42 millones de libras de los ahorradores en el aire.

A corto plazo volvió al rescate el dinero público. Pero The Economist defendió en aquella fecha otra solución y subraya una de las paradojas de esta historia: en 1866 Overend & Gurney, uno de los grandes prestamistas del país, necesito un rescate público. El Banco de Inglaterra se lo negó. “El país vivió 50 años de calma y prudencia financiera”, concluye The Economist.

Los pánicos bancarios fueron relativamente frecuentes en los primeros años del siglo XX. En 1907, John Pierpont Morgan forzó a los demás bancos a desplegar sus fondos privados para un auto-rescate. Los tipos habían subido hasta el 125% y JP forzó la creación de un fondo de 25 millones de dólares para salvar al sistema financiero de sus apuros del momento. Finalmente, fueron necesarios 500 y su origen volvió a ser el de los fondos públicos. A cambio, el gobierno creó un "prestamista de último recurso": la Reserva Federal.

De sobra conocida es, también la crisis de 1929. Entre esa fecha y 1993, 11.000 bancos quebraron. Los consumidores vieron como se creaba el Fondo de Garantía de Depósitos en Estados Unidos pero, a cambio, el Estado inyectó una cantidad masiva de fondos de hasta 1.000 millones de dólares de la época para 6.000 de las entidades que quedaron en pie. La solución volvía a ser que asumieran los riesgos bancarios los contribuyentes a través de sus impuestos.

La actual crisis ha vuelto a repetir el esquema de rescates que lleva planteándose desde hace tres siglos, tanto en España como en el resto del mundo. The Economist plantea si no ha llegado el momento de probar otra fórmula a la vista de las recurrentes tensiones en que incurren los bancos: devolver el riesgo al sector privado depositándolo íntegramente en los accionistas de las entidades y en sus depositarios. El coste de los créditos se encarecerá y la concesión menguará --advierte el semanario tras su análisis histórico, antes de concluir-- pero quizá ha llegado el momento de terminar con el pago con dinero público de aventuras privadas "tras cientos de años en los que la industria financiera ha empujado en la dirección contraria".


Por Javier Ruiz
MIÉRCOLES 16 DE ABRIL DE 2014 00:00
Fuente: Vozpopuli
http://www.elespiadigital.com/index.php/tribuna-libre/5181-la-banca-nunca-pierde-todas-las-crisis-bancarias-se-resuelven-con-dinero-publico-desde-el-siglo-xviii

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